ROCKPOLITIK
50 años de rock nacional y sus vínculos con
el poder político argentino
El llamado rock nacional se inició en 1966 como expresión
marginal y contracultural y, en ese entonces, nadie imaginaba que medio siglo
más tarde sonaría en actos de campaña y en jingles proselitistas. Que
desfilaría por los pasillos de la Casa Rosada y que sería bailado por
presidentes y gobernadores. Que levantaría banderas políticas y que se
manifestaría ideológicamente. Nadie imaginaba, en definitiva, que el rock y el
poder encontrarían espacios comunes de celebración y legitimación mutua.
A través de innumerables testimonios y un fuerte trabajo de
archivo, Rockpolitik bucea en cincuenta años de encuentros y desencuentros,
rupturas y asociaciones, tensiones y contradicciones, para trazar el mapa a
través del cual se fueron cruzaron el rock y el poder político en Argentina.
Promediando la década del
60, el rock se propaga en Argentina y siembra sobre un terreno virgen en el que
convergen jóvenes que no se sentían interpelados por la prédica política. La
consideraban sumergida en un universo extraño y ajeno: el de los adultos.
Durante sus primeros años, el rock no combatió al poder político. Simplemente
lo ignoró.
El escenario cambió en los 70, cuando se
inicia un vertiginoso camino de acercamientos y repulsiones. Uno de los
ejemplos claros data de 1973, cuando los exponentes más importantes del rock
argentino participaron de un acto de campaña de Héctor Cámpora. A la inversa,
otras bandas eran hostigadas censuradas. Las razzias a la salida de los
recitales eran una típica postal de esos años agitados.
La última dictadura marca uno de los capítulos más polémicos
y revulsivos del libro, a través de una serie de episodios polémicos que
dominarían la relación del rock y la política en ese entonces. Uno de ellos es
el discutido festival por Malvinas, descripto de manera exhaustiva y
pormenorizada.
A partir de 1983 se abren abre distintas etapas. Con
Alfonsín en el gobierno, el rock busca participar activamente de la vida
democrática, aunque procurando una posición propia que no siempre logra
sostener. La campaña que consagra a Carlos Menem muestra a los principales
artistas del rock al servicio de actos de campaña y giras proselitistas. Sin
embargo, su cuestionable presidencia generó, entre otras cosas, los primeros
focos de resistencia política del rock desde la vuelta de la democracia.
Este proceso se agudiza con
la crisis de 2001 y, particularmente, con Cromañón, que sienta al rock en el
banquillo y pone en discusión su autoridad moral como fuerza contracultural. En
simultáneo, el rock comienza a intervenir en política de manera activa, incluso
con varias experiencias de carácter militante-partidaria.
Como cierre, a modo de anexo, se incluye una gran cantidad
de declaraciones exclusivas a cargo de los músicos más importantes de la
historia. Y también un hallazgo: los informes de inteligencia generados por la
Policía Bonaerense sobre el rock nacional a lo largo de cuatro décadas.
Lejos
parecen quedar los tiempos en los que el rock veía al poder como la máxima
expresión de su enemigo fundamental: el sistema. Ya en el siglo XXI, el rock
nacional parece haber readecuado sus proclamas dentro de las lógicas de la
política convencional. Algo que algunos verán como el proceso de una evolución
madurativa, y otros como la abdicación a las aspiraciones contraculturales que
fueron su razón de ser fundacional.